Reflexiones sobre ecologías y espacios del aprendizaje, análisis del aprendizaje y análisis de redes sociales, visualización de datos, Big Data y otros temas emergentes

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Aprender desde el desorden y el caos

En el libro de Z. Bauman «44 cartas desde el mundo líquido» en el que en la carta 25 (¿Un mundo inhabitable para la educación? – Parte III) nos plantea este reto que sólo con técnicas de analítica de los datos y filtrado personal del conglomerado de datos, pero como es desconocido, resulta amenazador. Concepciones de un mundo que vivimos en medio de y que no hay una solución unívoca ni globalizada para tal reto. Z. Bauman nos dice.

La masa de conocimiento acumulado se ha convertido en el arquetipo contemporáneo del desorden y el caos. En esa masa, a semejanza de los misteriosos agujeros negros cósmicos, se han hundido y disuelto progresivamente todos los mecanismos ortodoxos de ordenación: los temas de relevancia, la asignación de importancia, las necesidades que determinan la utilidad y las autoridades que determinan el valor. La masa logra que sus contenidos parezcan uniformemente incoloros. En esa masa, podríamos decir, todos los fragmentos de información fluyen con el mismo peso específico, y para la gente que tiene vedado el derecho a reivindicar su propio criterio, pero que se ve zarandeada por las corrientes opuestas de las afirmaciones contradictorias de los expertos, no hay manera evidente, y mucho menos infalible, de separar el grano de la paja. Las parcelas de conocimiento forjadas, en esta masa, para consumo y uso personal sólo pueden evaluarse por su cantidad; no hay manera de comparar su calidad respecto de otras parcelas de la misma masa. Un bit de información equivale a cualquier otro. Los concursos televisivos son un fiel reflejo de esa nueva condición del conocimiento humano: toda respuesta correcta otorga al concursante el mismo número

de puntos, independientemente del tema de la pregunta y de su «peso específico» (¿cómo se podría medir ese peso específico?). Asignar importancia a los diversos bits de información, y en ese proceso, asignar más importancia a unos que a otros, es, quizá, la tarea más desconcertante y la decisión más difícil que se puede tomar. La única regla general que puede servir de orientación es la relevancia temática momentánea; pero, al cabo de un instante, los cambios de relevancia y los bits asimilados pierden su significación en cuanto han sido dominados (Nota: en la teoría del flijo en entornos de red esto acontece, a parte de lo escurridizo y olvidadizo que supone esta cantidad de datos). Como otros productos del mercado, son para un consumo instantáneo, en el acto, «de usar y tirar». […]

La educación adoptó muchas formas en el pasado y llegó a ser capaz de adaptarse a las circustancias cambiantes, estableciendo nuevos objetivos y diseñando nuevas estrategias. Pero, repito, el presente cambio no es como los cambios del pasado. En ningún punto de inflexión de la historia humana los educadores se han enfrentado a un desafío estrictamente  comparable con el que plantea el momento actual. Sencillamente, nunca hemos estado en una situación similar (Nota: por lo complejo que tiene y desafiante).  Aún no hemos aprendido el arte de vivir en un mundo sobresaturado de información. Ni tampoco el arte, inconcebiblemente difícil, de preparar a los seres humanos para esa vida.

 

Pero quizá estemos mirando para otro lado y no entra en juego en esta cita los intereses de la educación como negocio. Debemos desprendernos  de ese carácter atenazador y ajeno de la educación. A pasar a verlo  como un componente vital de nuestra propia existencia. La educación pasa por la vida de las personas, pero no hay un estadio de pertenencia, no es como algo ajeno e impuesto. Los datos deberán tener más «color» y filtrado para que sean más nuestros.

Seguimos por poco tiempo….

Algunas de las raíces de #eduvida están en John Dewey

Dice un libro que compré hace una semana: «Le educación según John Dewey» de Maite Larrauri – Max en Tandem Ediciones:

Dewey defenderá que las escuelas tienen que crear un ambiente, porque es el ambiente el que educa. Dirá y repetirá hasta la saciedad que la educación no es una preparación para la vida, sino que es la vida. Ya que la escuela tiene que crear el ambiente, que no será un ambiente espontáneo sino organizado, o sea pensado, se trata de seleccionar en este ambiente los aspectos con los cuales se requiere restablecer la continuidad y no introducir aquellos otros que deberían ser superados, en aras de una mejora de la humanidad. Los humanos, como las hormigas, no tenemos una esencia con fines preestablecidos. Como además nuestras condiciones vitales cambian con mucha velocidad en estos momentos, podemos transformar, mejorar y corregir algunas cosas de las que hemos estado haciendo en siglos pasados.

La escuela no tiene que capacitar para una vida futura porque no podemos seguir creyendo que existen las capacidades aparte de su realización, porque no se pueden establecer cuáles son esas potencialidades ya conocidas a priori y que habría que desarrollar, porque hay que descubrir de qué capacidades está dotado cada individuo (se puede hacer esto con la nueva era analítica) y descubrirlo/insights en la acción (quantified self, una autocuantificación de todo los procesos en tiempo real y al instante presente). No existen dos niños iguales. La escuela es experiencia y vida: en ella cada niño y cada joven tiene que vivir y convivir en un ambiente organizado adrede para llevar a cabo las experiencias que irán desvelando de lo que es capaz. Esas experiencias serán formativas, si con ellas se restablece la continuidad de la vida y readapta el ambiente a las necesidades humanas.

Esto es lo que entendemos por #eduvida desde que lo expuse en el TEDxLeon. Educación con/para/en la vida. He puesto algunas ideas entreparéntisis a esta cita literal.
p. 29-30 en La Educación según John Dewey