Reflexiones sobre ecologías y espacios del aprendizaje, análisis del aprendizaje y análisis de redes sociales, visualización de datos, Big Data y otros temas emergentes

Día: 22 de febrero de 2006

Juan te esperamos, tardes lo que tardes

Me impresionó tu post, Juan. Especialmente “Escribir duele cuando el cerebro es lento y el equilibrio todavía no existe […]. Difícil salir y volver a pensar el mundo como era antes de la gran noche oscura del alma y los sentidos”. Pense en tu ausencia en estos 15 o 20 días, luego pense incluso en algo fatídico. Y me dolió. Después pensé en tu desaparición de la blogosfera. Y me dolió. Juan Valera: aprendí mucho de ti, me has ayudado a comprender Periodismo 3.0, he disfrutado con tus posts.
Por lo que leo en tu artículo, lo peor ya pasó. Ahora resiste un poco más el aburrimiento, en el descoloque y… ¿la angustia? Te queremos. Y te queremos en forma. La prueba es la cantidad de comentarios.
¡Ah! No puedo resistir decirte: tu artículo es una mezcla de poesía y guión cinematográfico. Lleno de dolor, ya sé. Pero estupendo.
Salud, compañero (nunca mejor dicho).
La ausencia disminuye las pequeñas pasiones y aumenta las grandes, lo mismo que el viento apaga las velas y aviva las hogueras. François de la Rochefoucauld.

Derecho a la privacidad (no todos somos terroristas)

Aún estaba pensando sobre el artículo que escribí ayer en el que ponía de manifiesto mi temor acerca de que la tecnología RFID fuese usada para violar el derecho a la privacidad de los ciudadanos, cuando me encuentro con la noticia, que publica El Mundo, de que ha sido aprobada, con sólo dos votos en contra, la directiva europea de retención de datos, la cual todos los países de la Unión deberán aplicar. La directiva se justifica como lucha antiterrorista.

Nos vigilan

No estoy en contra de la lucha antiterrorista, pero no a cualquier precio. No me gusta nada, y además tengo derecho a ello, que los datos de mis llamadas telefónicas (números de origen y destino, nombre y dirección de los interlocutores, operadora usada, lugar, fecha y hora en que se realiza la llamada, fecha y hora en que se active la tarjeta prepago, etc.) o de mis correos-e (identificador del equipo, dirección IP, nombre y dirección del usuario, etc.) sean almacenados por “quien corresponda” durante, como mínimo, 6 meses. Estoy totalmente de acuerdo con Dogaman [Via Kriptopolis] cuando dice “tendremos que reclamar nuestro derecho a conocer no sólo los datos almacenados, sino también quién accede a qué datos, cuándo lo hace y, sobre todo, por qué y con qué objetivo”.
Me imagino que las operadoras apoyarán mi protesta, aunque por otra razón, la económica. Los cálculos hechos por autoridades europeas, dan cuenta de que la creación de una base de datos (los que tendrán que retener) costará unos 100 millones de euros a cada compañía, a los que hay que añadir otros 50 millones anuales para su mantenimiento. Ciertamente, el coste de aplicación de la directiva es demasiado alto, tanto en términos económicos como de «bienestar» para los que no somos terroristas, ni siquiera en potencia.

Ahí dejo mi protesta. Aunque me roben el derecho a la privacidad, me queda el derecho al pataleo. A partir de aquí, la reflexión ¿en dónde queda el derecho a la privacidad? Tal vez empecemos a recordar con nostalgia los tiempos en que el temor era “Hacienda nos tiene controlados”.

La tecnología RFID: ronda la polémica desde hace años

Actualización:
Emisión del espacio Gabinete de informática sobre el tema RFID en podcasting:

En estos últimos días se está hablando cada vez más de la ética y polémica generada por el uso de chips para idenificar empleados, como el caso de la empresa de vídeo-vigilancia Citywatcher.com, de Cincinnati (Ohio), que ha implantado chips a sus empleados. Noticia aparecida hace varias semanas, pero ha saltado en los medios más convencionales y populares esta semana. Parece ser que una tecnología que nació con grandes posibilidades y se está utilizando para el “control” de las personas. Una de las más polémicas es el RFID.
Pero ¿qué es eso de RFID?
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